jueves, 1 de octubre de 2009

Un beso bien pagado


En los manicomios más ilustres
en las calles abarrotadas de luces
hemos encontrado
vendedoras de besos,
efímeros y escuálidos
húmedos y mendicantes
como escapularios olvidados.

A veces hablan en monosílabos
o escuchan en pensamientos esdrújulos
pero siempre sonríen arqueados
entre mejillas de deseo sin corazón.

Nada ha cambiado el mundo
tras el torrente de besos
que se pronuncia cada noche
en los baluartes mejor entrenados
del sexo desnudo y seco.

Detrás de estos labios
-balcones llenos del alma de una mujer-
el hombre es sombra invitada
para alumbrar sin demora
el tanteo primario del deseo,
último puente abierto todavía
de aquel joven que ya no volverá.

¿Quién no quiere
el disfrute encalambrado
de un beso bien pagado?.

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