Yo tengo la costumbre
de habitar mi sombra
sin haber sido invitado.
Nadie sabe entonces
si el deber de estar vivo
responde a un dios dormido
o a una luz sin sombra
desnuda y virginal
en el quebranto azimutal
del mediodía.
Ahí seguimos
sin saberlo
sin pertenecer a nada
sin tramar nada
ojo de cangrejo
en un abismo imaginado
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