domingo, 18 de enero de 2009


Hablar
de la sonrisa de la rosa
o del trasluz melancólico del viento
es hermoso,
enredar bellas palabras
en el fondo de una olla
dicen que algo significa.

También podríamos hablar
de las propiedades del amianto
o de la influencia tardía
de la aceleración de Coriolis
en la mente de los políticos.
Claro que podríamos.

Sin embargo
nade sé
del índice cardiaco del dinero
ni del turismo de revista
de los privilegiados del mundo,
y menos aún
de singulares epopeyas
de militares galardonados.

De la voz trémula
de las víctimas anónimas
de eso quiero hablar
pero no puedo.
No hay fuerza
para tanto empeño.

Culpable soy
de tanto silencio.

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