y buscabas
el canto suspendido
de tus bragas inservibles
en la mediación de las alfombras.
Yo estaba ausente
tras las máquinas de la guerra
hábilmente manejadas por tus manos
y la mañana nos despertaba
con los ruidos del mundo
golpeando sin misericordia
nuestra barca de carne y poco más.
Todo era suficiente
cuando los noticiarios
recolectaban muertos matutinos
en el silencio de los frigoríficos
y las avenidas mejor diseñadas
llevaban hombres dirigidos
hacia la rutina melancólica
de cierta desaparación conocida.
Aún así
todo era suficiente
y las bragas y las alfombras
firmaban una paz insufrible