jueves, 15 de enero de 2009

Lecciones rudimentarias de física


Los físicos
ya no se aclaran
sobre el perplejo canto del mundo.

El trio convulso
de partículas corpúsculos y ondas
nos tiene hundidos.

Las primeras
viajan decididas sin mirar atrás.
Parecen conductores
de trenes centenarios
que alguna vez en abiertas curvas
miraban atrás de reojo
sus vagones desprendidos.
Siempre adelante
hasta la próxima estación.

A pesar de tanta premura
la partícula es un ser funcionario
pese a quien pese.

Los corpúsculos
son difíciles de entender.
A medio camino
parecen voyeurs
de estos tiempos mediocres.
Miran con envidia
el compacto mundo de las partículas
y el virginal ecenario de las ondas.
Anotan en cuadernos de aire
los estertores de la materia
y el flujo vaginal de la luz.
Parecen necios poetas
buscando ópticas indecisas
en medio de la materia más oscura.

Poco cuentan aquí
siempre huyen
entre guerras interiores
y alianzas de pasillos sin salida.

Y las ondas
son las niñas mimadas
de los dioses más listos.

Viajan sin peaje
paran y ríen sin misericordia
en las posadas más cutres de la materia
y consultan en sus ábacos de luz
los pliegues infinitos del tiempo
allí donde el espacio pierde pie
y el vacío se abre infinito
frío y visceral
como útero de alquiler.

Hay peligros
que no se deben correr.

El todo
ríe loco y satisfecho
ante tanta cordura.

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