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Dios pasó por aquí
y nada dijo.
Y si algo habló
nada entendimos
en lenguas de años luz
sin comprensión alguna.
Dejó el signo patético de la ausencia
una tribu de discípulos hambrientos
adiestrados en el arte del supuesto
y cuatro historias de pescadores
ermitaños con planes de futuro
en medio de cualquier infierno.
Nada
hemos vuelto a saber
aparte de un libro inventado
sobre extrañas parábolas
paraísos fiscales sin tiempo alguno
y cielos de regalo
en venta promoción
tras una muerte de opereta.
No importa.
Hablaron otros pavos en demasía
alabados por túnicas de oro
rictus de un más allá nunca jamás
y algunas benevolencias
en purgatorios de algodón.
El poder
se subió al carromato arbolario
de tanto silencio,
y la figura sobria
de un mercader de sueños
con sus sandalias sin cuero
y sus piel de arena
se ha perdido para siempre
entre la cohorte de bandidos
e infames que nos saluda.
Tal vez no fue
o fue sólo un sueño.
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