Siempre he tenido
el extraño placer
de escribir para uno mismo
Releer
y pasear por las piñas de dientes
los aforismos entrenados del poema
una y otra vez
hasta ni creerse uno
que pasó por allí
Que el engendro de letras
cadencias ritmos
giros e inútiles traspiés
surcaron la senda maniatada
de uno mismo.
Y permanecen incorruptibles
en la era digital,
ahora que las azoteas
ya no sirven para el suicidio
Que la vida nada sepa
de estos abrigos de papel
diseñados con esmero
para saltar palancas y fusibles,
y besar hadas con bigotes
en las bóvedas mas lúgubre
de nuestra memoria
Yo al final me siento un viajero
estresado y torcido
en las paradas de alguna sonrisa
viéndolos pasar
abanderados y ufanos
en desfiles literarios en solitario.
Desfiles de otros, claro.
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