
Ahora que el día llega horadando la tierra
desde su firme posición de nacido bien esperado
y su tumulto ingrávido de miserias
se endosa misteriosamente
sobre nuestros cuerpos bronceados.
Ahora es el tiempo
de esperar pacientemente
el beso de la noche
su arrollo de labios sin dueño
y la llamada primitiva visceral
de la mujer abierta.
Tiempo es
de escribir grafos y signos
en las piedras mutiladas del aire
sobre las luces abrazadas del sueño
y entrar sin demora
en la matriz primaria del sexo.
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