
Ay mujer,
te escribo desde la larva del deseo
y sus mil tripulaciones
de peces sin escamas
rodeándote.
Y sólo quiero
desde los pergaminos sellados
de aquellos besos fugitivos
donde el tacto invisible
se posó sin palabras
levantar el vuelo
hacia las almenas de tu mirada
y pensar que fuiste mía
como el viento aquel
que paró su vuelo
ante tanta vida.
Nada perdura
sólo el recuerdo late
en los lupanares del tiempo.
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