se ha sentado asustada
en el borde de tu lengua
y ve con calma
el vacío azulado de la mentira
Se mueven torpemente
muñecas articuladas
y enseres luminosos
entre sonidos de flauta
e incendios estériles
en los abismos de la melancolia
Queda tan poco
en la humedad consentida
de tu lengua de lagarto
que las sombras más valientes
no han podido levantar
la luz del día.
La vejez es eso,
un vuelo lento y consentido
sobre los prados temblorosos
de la juventud sin rostro
Y la palabra
sin altavoces
muere aquí
-pasión de invierno-
sin salto alguno
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