Y lo horrible llegó antiguo
como una gelatina sin entrañas
y su lento caminar
de lodo inagotable.
Y la mano prehistórica del verdugo
llego atravesada mutilada
ante la mirada póstuma del muerto
como una estatua sin sexo conocido
en las habitaciones sin puertas
del bestiario inmundo de la ley.
Y espectáculos atribuidos más bien
al entendimiento de las anémonas
mostraban recorridos sin fin
seres mutilados sin notas de identificación
mujeres en el eclipse de la locura
y niños vagando con huecos de hambre
sobre montañas de basura transgénica.
Al término
un notario invulnerable
invitaba al azulado pecho de la muerte
a surcar las invisibles palabras
de procesos soportados
ante la sentencia cúspide.
Dios
que fue invitado a últimas confesiones
nada comprendía
de tanta ausencia de futuro.
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