se ha intentado conectar
los últimos navegantes
de ciertos compromisos conocidos
-humanismo y ética les llaman-
con la recolección de los beneficios
de las grandes superficies.
El marketing
ha inundado las avenidas
y los inocentes parques
de sonrisas y palabras
mientras las vidrieras inmóviles
de los centros financieros
han recordado con éxito
la rentabilidad de los sueños
Parece que la palabra
hasta ahora desorientada
ha encontrado el rumbo
de un nuevo futuro.
Bienvenida al hijo pródigo
que marchaba en los desiertos
buscando libros y parábolas
o esperaba en la puertas de las fábricas
el cansancio de los hombres grises.
Nunca pensé
que los sueños
tuvieran peso y medida
excepto en el corazón.
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