Estaban ahí
mermando el tiempo insano
de su maldita opulencia.
Giraban sus cabezas rotatorias
sobre sus vertebras engrasadas
y abrían sus bocas verticales
en bostezos disimulados.
Miraban malévolamente
los calcetines del poeta que clamaba
las últimas palabras miserables
en detonantes giros de brazos
Y nada comprendían
Los escotes, las cintas del pelo
y los sudores varios
reclamaban el final suspirado.
Y seguían sin comprender nada
Algunos mitos han quedado
descabezados y hundidos
en la salida atropellada,
ahora que se han declarado
facilidades y rebajas
para los próximos veranos
llenos de títeres cuentistas
y algunos cuerpos en bicicleta.
Y seguimos sin sentir nada.
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