
dios
es el mejor electricista del mundo.
Viaja por los pararrayos
sueña en la rompiente de las tormentas
y cruza como un equilibrista suicida
las puntas de los tejados
llevando de lado a lado
unos libros a todo antepuestos
que leen algunos iniciados.
En los campanarios
en el borde del vértigo
se cruzan códigos pulsos y luces
que hablan de vuelos reinos y tumbas
desconocidos hasta el momento.
No importa, desde la imprecisa altura
se pueden ver los grandes vertederos
los barrios desbordados por la pobreza
los bacanales olvidados de las guerras
y la sombra de los obreros
en las mañanas rutinarias.
No hay preguntas
en los salones de nubes
y una lluvia de tristeza
fecunda una ceniza venidera.
Hemos descubierto últimamente
que no hay cable a tierra.
Tal vez no hacia falta.
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