
Amanece
y he recorrido tu cuerpo
en la pureza de sus límites
y he ascendido callado
por tus escaleras interiores
minúsculo y enfermizo
ante tanta grandeza.
Y de mi infancia
no nos hemos acordado
De todo aquel vértigo
con el abismo de la vida al fondo,
de ello no nos hemos acordado
Ahora
caminamos suavemente
en las baldosas de la vejez
con los sueños de párpados transparentes
como banderas extendidas
en los huertos de la pobreza.
Dulcemente
los tejados desaparecen
y la tierra se convierte
en un símbolo de misericordia
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