Se va cerrando sin pasión
el ojo interrumpido
del horizone del mar
y la noche más oscura.
Desaparecen los navíos errantes
en sus oxidados cascarones
y los amantes lanzan su piel
al descalabro hormonal
de la pasión sin límites.
Todo llega a su fin
en la marea de un mar infinito
y la siempre humilde categoría
del olvido llega como un sueño
inconsciente y divino.
Nada ha cambiado
desde que el mar es mar,
ni el deseo branquial de la vida
ni el trazo gutural del odio
en medio de tanto desperdicio
de hombres y mujeres,
vólumenes divertidos
de algún cuadro conocido.
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