Cruzo el desierto
de cierta madurez
y me siento hostil a mi mismo
como si no fuera yo
y hubiera traicionado al espantapájaros
de juventud y tiempo amontonado
Me hubiera gustado llegar a tanto
y de todo eso que parecía fácil y en la mano
sólo me queda una sonrisa sin dientes
en los salones iluminados de la pasividad.
Las camas de los hospitales son un canto
lugares arrojados a la ratonera suicida de la vida
tránsito impecable del círculo de la memoria
hacia los mares giratorios de otros mundos.
No vamos a ninguna parte.
Permanecemos en la pecera multicolor
y sólo cambia la habitación convencida
de tener un dios en alguna parte.
Ritos y signos
ya no me interesan
y permanezco impasible en la sed
de una gran desconocimiento.
Ya no me reconozco.
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