La palabra
surge liviana
en las sombras encadenadas
de la memoria.
Excrementales caídas
ante los desnudos espectadores
de la perfecta soledad.
Ha descendido el mundo
a ver que ocurre
ante tanto discurso
y sólo ha encontrado
poemas invisibles
sujetando con esmero
la mandíbula de los muertos.
Los cadáveres
exquisitas presas del olvido
no pueden sonreír.
(Memoria del fuego)
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