sábado, 28 de junio de 2008

De la soledad y otros demonios

De la soledad y otros demonios
hace tiempo que no hablamos.

Hay un cuerpo esclavo
que me sigue a todas partes
y me muestra el mundo permanente,
duro y mísero valuarte
de primates llamados hombres.

Y entre tanto dislate
uno se refugia cobardemente
en la palabra memoria,
o en la memoria imaginaria ya olvidada.

Aquel olvido
del soldado muerto en batallas peregrinas
o la sonrisa sorprendida de la novia cumplida
ya sin nombre en el húmedo fotograma.

Todos son memoria sin recuerdo
imaginario colectivo,
estandarte de batallones
o deseo cariño eterno.

Por ello no pienses que hablamos solos,
al mismo tiempo hablan infinidad de muertos
que reposan vivamente en nosotros mismos,
nos tuercen torrentes de palabras
nos crean deseos inalcanzables
o aman silenciosamente
entre jadeos prohibidos.

Somos tránsito perpetuo
de tantas impresiones
y de tantas redenciones,
que somos todo ajeno
menos nosotros mismos.

Siempre
la soledad me dice
que la historia nunca se arrepiente
y los demonios lloran permanentemente

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